¡Atrapada, sin salida!

Nuestras conversaciones evangelizadoras deben conducir a nuestros interlocutores cada vez al plano de su propio corazón, no nos enredemos en discusiones impersonales.

Texto Bíblico base: Juan 4:1-42

¡Qué cómico es el cambio de tema de la mujer, verdad? No se puede creer que pregunte sobre la adoración cuando Cristo acaba de revelarle que conoce de sus cinco maridos. Si tiene presente el devocional que compartimos sobre la conversación de Jesús con Nicodemo, se acordará que Cristo afirmó, en aquella ocasión: «todo aquel que hace lo malo detesta la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean puestas al descubierto» (Jn 3.20. La verdad es que a ninguno de nosotros nos gusta que nuestro pecado sea descubierto. Nuestra primera reacción es justificar, argumentar o cambiar de tema para evitar la incómoda experiencia de la confesión. La carne no ama la luz, ni siquiera cuando andamos en Cristo. Será útil recordar esto, pues andar en santidad tiene un precio.

La mujer creyó que estaría a salvo si desviaba la conversación hacia un tema más neutro. Cristo no la obligó a volver al tema de los maridos. ¿Se da cuenta de lo importante que es darle espacio al Espíritu para que obre? La convicción de pecado ya se ha formado en ella, pero necesitamos dejar que el Espíritu traiga verdadero arrepentimiento. Nuestras muchas palabras no lo podrán producir.

Podemos decir, sin temor a errar, que cuando andamos en luz TODOS los temas conducen a Dios. Jesús se acomoda al desvío que ha tomado la mujer y revela un nuevo aspecto del desafío que ha presentado a la mujer. Ella cree que la vida espiritual se define en los detalles de la práctica. Cristo la lleva, una vez más, al plano de su propio corazón. Le confía un secreto: Dios está abocado a una búsqueda de adoradores. ¿Podrá esta mujer convertirse en uno de los adoradores que el Padre anhela? Una vez más, la mujer ha sido confrontada con su propia situación delante de Dios. Tiene delante de ella una clara invitación a entrar en una dimensión de la vida que, hasta ahora, no ha conocido. Cristo no va a permitir que este encuentro termine sin que ella tome una decisión al respecto, pero su estrategia es la de «arrinconarla» ¡con muchísima gracia!

Este elemento es fundamental para los que estamos en ministerios de formación. Con demasiada frecuencia permitimos que nuestra vista se desvíe del plano personal, para enredarnos en interminables discusiones de lo que son meros detalles de una situación. ¿Cuántas veces, en conversaciones con no cristianos, nos hacen preguntas que no son más que intentos de desviar el tema hacia un plano menos personal? Si nos descuidamos acabaremos atrapados por estos procesos de pensamientos que no tienen que ver con la realidad de la persona. Mas todo tiene que ser conducido con gracia y sensibilidad. Cuando haya concluido nuestro encuentro, la persona debe haber entendido claramente que Dios le ha lanzado un desafío que requiere de una decisión personal.

¿Cómo respondió la mujer a esta nueva revelación? ¿Qué estaba aconteciendo en su corazón? ¿Por qué habló Cristo de adorar en espíritu y verdad? ¿qué implicaciones tiene esto para nuestra vida?