Cuando pensamos en la cantidad de libros que se escriben para padres acerca de la crianza de los hijos, y capítulos especialmente largos con respecto a la adolescencia; es fácil imaginarse que no es sencillo. Esto da cuenta de que nadie nace sabiendo ser padre. Pero la cuando pensamos al revés, encontramos poco o nada de instrucción para saber ser hijos e hijas adolescentes de estos padres.
A no desesperar que al parecer estas fricciones entre padres e hijos son de larga data; por lo cual se vuelve absolutamente normal y esperable que esto suceda. En principio tenemos muy en cuenta el pedido de Dios hacia nosotros de honrar a nuestros padres. Y sobre esto debemos hacer un alto y pensar. Honrar a nuestros padres, no tiene que ver exclusivamente con hacer todo lo que digan sin preguntar objetar u opinar. Creemos que honrar a nuestros padres tiene más que ver con llevar una vida digna y plena, de la cual ellos puedan andar orgullosos por la vida. Y esto no es sacarse 10 en todo y que en la escuela te nombren abanderado. Es un poco más sencillo (o no...), y se trata de vivir con integridad la vida abundante que el señor nos regaló para vivir en esta tierra también. Honrar a nuestros padres, no pasa por no cuestionar el mandato. Si no más bien por saber preguntarlo.
En comunicación humana sabemos que mucho más fuerte es el cómo lo decimos que el qué decimos. A veces lo que prevalece es la forma en que decimos las cosas, porque esto también comunica.