
Muy pocas cosas nos hacen reflexionar tanto como cuando vemos el dolor en los rostros de aquellos que sufren una pérdida. Siempre el dolor conmueve, y en mi corta carrera pastoral he tenido que oficiar en muchos servicios en sala velatoria, pero creo que ninguno me ha hecho pensar tanto como el último.
Se trataba de un nene de diez años que había fallecido después de un doloroso proceso contra el cáncer en la sangre. Sin intentar siquiera una explicación para este suceso doloroso, el llanto y la intensa tristeza de sus padres me ha hecho cuestionar mucho acerca de las veces en que me quejado por algo o las veces (demasiadas quizás) en que he dejado que el gozo del Señor me abandone por alguna tontería.
¿Te pusiste a pensar en las veces en que te has amargado porque tu equipo de fútbol perdió? Te invito a que la próxima vez, antes de amargar tu espíritu por algo tan tonto, pienses en los que de veras en esa hora están sufriendo.
Se trataba de un nene de diez años que había fallecido después de un doloroso proceso contra el cáncer en la sangre. Sin intentar siquiera una explicación para este suceso doloroso, el llanto y la intensa tristeza de sus padres me ha hecho cuestionar mucho acerca de las veces en que me quejado por algo o las veces (demasiadas quizás) en que he dejado que el gozo del Señor me abandone por alguna tontería.
¿Te pusiste a pensar en las veces en que te has amargado porque tu equipo de fútbol perdió? Te invito a que la próxima vez, antes de amargar tu espíritu por algo tan tonto, pienses en los que de veras en esa hora están sufriendo.
¿Alguna vez dijiste “si no paso este examen me muero”? Pensalo mejor, porque siempre vas a poder darlo otra vez mientras que hay quienes ya no tienen oportunidad en la vida.
O quizás ante la pérdida del “amor de mi vida” hayas pensado “Sin él (o ella, depende el caso) la vida no tiene sentido”. Créeme, la vida tiene sentido sólo por ser un regalo de Dios, y una relación que hoy duele, pero de la que mañana ni te vas a acordar no es la que le da significado a tu vida.
Es que si somos de Cristo, ya lo tenemos todo, aunque muchas veces andemos por el mundo como quienes no tienen nada. Mirá a tu alrededor, observá el dolor de los que realmente no tienen esperanza y después, cuando evalúes lo que “te falta”, te vas a dar cuenta que en realidad es mucho lo que tenés. Tenés a tu disposición todas las bendiciones espirituales por las que el mundo llora. Tenés la posibilidad de poseer comunión con el Dios vivo y verdadero, cuando hay muchos que sufren en las tinieblas y en esa misma oscuridad pasan a una eternidad sin Cristo.
Cristiano, tenés, por el sólo hecho de ser hijo de Dios, más riquezas que cualquier otro. Pablo el apóstol, quien sufrió mucho más de lo que muchos de nosotros sufriremos por servir a Cristo, sabía que el cristiano, aún padeciendo problemas es bendito y rico, pues Cristo es su riqueza (Efesios 1.3) De ahí que cuando vio que un hermano más joven decaía en su espíritu, él le dijo: “porque gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Ti 6.6) es decir, que la ganancia del creyente no está tan sólo en su vida religiosa (piedad), sino en la manera en que su fe afecta su forma de tomar las ganancias o las pérdidas de la vida. El creyente contento es aquel que acepta con gozo lo que le toque, sabiendo que su mayor riqueza se encuentra en su Señor y no en lo que tenga o en lo que le pase.
Por eso, cristiano, y en especial, joven cristiano, al momento de pensar tu vida, recordá que sos rico en Cristo y que hay un mundo de gente que realmente sufre y que necesita ver en vos la esperanza, el amor, el gozo y la paz que tanto necesitan. El Señor te dio todas sus riquezas, para que las compartas con aquel que hoy llora.
Por Marcos Felipe
O quizás ante la pérdida del “amor de mi vida” hayas pensado “Sin él (o ella, depende el caso) la vida no tiene sentido”. Créeme, la vida tiene sentido sólo por ser un regalo de Dios, y una relación que hoy duele, pero de la que mañana ni te vas a acordar no es la que le da significado a tu vida.
Es que si somos de Cristo, ya lo tenemos todo, aunque muchas veces andemos por el mundo como quienes no tienen nada. Mirá a tu alrededor, observá el dolor de los que realmente no tienen esperanza y después, cuando evalúes lo que “te falta”, te vas a dar cuenta que en realidad es mucho lo que tenés. Tenés a tu disposición todas las bendiciones espirituales por las que el mundo llora. Tenés la posibilidad de poseer comunión con el Dios vivo y verdadero, cuando hay muchos que sufren en las tinieblas y en esa misma oscuridad pasan a una eternidad sin Cristo.
Cristiano, tenés, por el sólo hecho de ser hijo de Dios, más riquezas que cualquier otro. Pablo el apóstol, quien sufrió mucho más de lo que muchos de nosotros sufriremos por servir a Cristo, sabía que el cristiano, aún padeciendo problemas es bendito y rico, pues Cristo es su riqueza (Efesios 1.3) De ahí que cuando vio que un hermano más joven decaía en su espíritu, él le dijo: “porque gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Ti 6.6) es decir, que la ganancia del creyente no está tan sólo en su vida religiosa (piedad), sino en la manera en que su fe afecta su forma de tomar las ganancias o las pérdidas de la vida. El creyente contento es aquel que acepta con gozo lo que le toque, sabiendo que su mayor riqueza se encuentra en su Señor y no en lo que tenga o en lo que le pase.
Por eso, cristiano, y en especial, joven cristiano, al momento de pensar tu vida, recordá que sos rico en Cristo y que hay un mundo de gente que realmente sufre y que necesita ver en vos la esperanza, el amor, el gozo y la paz que tanto necesitan. El Señor te dio todas sus riquezas, para que las compartas con aquel que hoy llora.
Por Marcos Felipe