Cristianos Light

La preocupación por el bienestar corporal es algo que realmente está bien, siempre y cuando no caigamos en el otro extremo, el de ser esclavos de la imagen que los medios y las marcas nos venden como la ideal. Más en esta época, muchos nos ponemos las ropas del verano pasado sólo para desalentarnos al ver que esa ropa que tan bien nos andaba el año pasado ahora no entra. Y ahí donde empezamos a pensar en bajar de peso y a buscar consumir lo que sea light o 0 % grasas o azúcar. Es más, si hacés tu propio estudio de la mayoría de las propagandas están enfocadas a la “comida sana”
Lo que no está mal si eso nos hace más saludables en serio.

Pero, como el título de estas líneas dice, creo que la “onda cero” se está trasladando a la forma en que vivimos nuestra fe por estos pagos, aquí dónde es fácil ser cristiano y dónde el “evangélico” es bien visto. Ambas cosas son bienvenidas, si se traduce “fácil ser cristiano” por libertad de culto y ser “bien visto” por un testimonio cristiano sólido. Pero si “fácil ser cristiano” es falta de compromiso con Cristo y su iglesia, y ser “bien visto” es caerle bien al mundo por lo irrelevante de nuestras vidas cristianas, ahí la cosa cambia.


¿A qué viene esto? A que a medida que uno conoce un poco más de lo que cuesta ser cristiano en otras latitudes, dónde no es tan fácil ser cristiano y dónde serlo no es bien visto, ni por el gobierno, ni por la propia familia, ahí uno puede tener una perspectiva de lo dietético que es nuestro cristianismo.
No nos hace bajar de peso, pero si que nos hace bajar en una identificación marcada con el Cristo de la cruz, aquél que sufrió para ganar nuestra libertad. No nos gusta el pensar siquiera en sufrir por nuestra fe. Hay otros, salvados por la misma cruz que lo único que conocen es sufrimiento a causa de su fé y viven vidas de victoria y gozo verdadero, aún a pesar de la cadenas o las balas de los que los persiguen y matan.

Nosotros tenemos el asistir a la iglesia como una opción más entre tantas actividades semanales. Las visitas, el fútbol o cualquier otra cosa, se puede interponer entre el momento de adorar como cuerpo de Cristo junto con mis hermanos. La comunión con los hermanos es algo que dejamos que nuestro carácter o que nuestros gustos arruinen sin remedio. Nos peleamos por cosas sin sentido e incluso que alguien no nos salude o que pase algo antes de la reunión hace que luego no le cantemos a nuestro Dios. Existen aquellos que quisieran poder cantar a los cuatro vientos su fe, pero que no pueden y deben conformarse con el silencio y las lágrimas. Para ellos el rostro de un hermano es el rostro de un ángel y nunca el de un enemigo.

Tenemos la bendición de contar con Biblias y literatura cristiana al alcance de la mano o de un clic del mouse, pero el clic lo usamos para otras cosas y la Biblia, cuando salimos para la iglesia el domingo, le tengo que preguntar a otro dónde la dejé el domingo pasado. Otros, allá dónde no es tan fácil el acceso a la Voz de Dios en forma de Biblia, la tiene como el tesoro de sus vidas, de donde fluye leche y miel para sus mentes y corazones.

Miles mueren por año por testificar de su fe, en tanto que acá millones mueren porque tenemos vergüenza de decirles que somos cristianos.
Por eso, creo que tendríamos que aumentar las calorías de nuestro vivir cristiano. Más calor en guardar la comunión con mis hermanos, más en mi participación en los cultos, más en un compromiso a vivir la vida que la Palabra nos demanda. Y hoy es el momento, ahora, porque cuando la persecución llegue a nuestras vidas (puede llegar, nunca lo dudes) será triste ver quienes se han alejado porque el cristianismo se les volvió algo difícil.

Más calor en nuestras vidas para anunciar la libertad que trae Cristo a los que todavía están sin Dios ni esperanza. Más calor al orar por los que, siendo nuestros hermanos, sufren por sólo tener nuestra misma fe.

Y más calor de vergüenza y de arrepentimiento por las veces en que hemos callado nuestra condición de creyentes para ganarnos la aprobación del mundo.

Sólo así podremos traer poder a nuestras vidas y la fe que vivamos será la que transforme no sólo nuestras vidas, sino también la de los que nos rodean.