La ofrenda de Abel


Abel también trajo una ofrenda al Señor, eligió un cordero, el mejor de la majada, lo llevó cerca del altar, lo degolló, puso leña sobre el altar, puso el cordero sobre la leña y le puso fuego. Cuando Dios vio lo que estaba haciendo Abel se puso contento. Allí estaba Abel arrodillado cerca de ese altar que ardía y él confesando a Dios que era un pecador y pidiendo perdón por sus pecados. Esto era muy hermoso para Dios, que contento que estaba Dios con Abel, lo bendijo lo perdonó y Abel sintió gozo en su corazón porque Dios lo había perdonado y aceptado como su hijo.

Esto es lo que más le agrada a Dios, que obedezcamos lo que él ha ordenado. Si yo digo que amo a Dios y hago lo que quiero, no es verdad que lo amo, porque Jesús dijo: “El que me ama mi palabra guardará, y mi Padre le amará y vendremos y haremos morada con él”. ¿Qué te parece Dios morando con nosotros, viviendo en nuestros corazones? ¿Podrá haber algo más lindo, que nos haga más feliz, y que ponga contento a Dios? Nada podrá ser mejor que eso, que Dios esté con nosotros y nosotros con él.


Lamentablemente esta alegría de Dios y de Abel, pronto iba a terminar, Caín no estaba contento porque Dios no había recibido su ofrenda, tampoco lo había bendecido y estaba triste y enojado con Dios y con su hermano.

Dios le preguntó a Caín porque estaba tan enojado, pero Caín no contestó, entonces Dios le dijo a Caín: Si hicieres bien las cosas como yo mandé, ¿no sería enaltecido, es decir honrado como Abel? Más si no las hicieres y te enojas, estás a punto de cometer un grave pecado. Dios sabía lo que pensaba hacer Caín, pero lo dejó para haber si se arrepentía, pero no lo hizo, siguió adelante con su malvado plan, matar a su hermano, por celos.

Abel no tenía ninguna culpa por lo que había pasado y lo que había hecho Dios. Sin embargo Caín pensó que iba a matar a su hermano, porque pensaba que Dios lo amaba más a Abel que a él. Un día Caín invitó a su hermano Abel y le dijo salgamos al campo. Abel ni se imaginaba lo que tenía tramado hacer Caín, para matarlo, así que aceptó la invitación y se fue con él. Cuando estaban allí solos en el campo, Caín levantó un palo y mató a su hermano, se fue muy tranquilo, había hecho lo que él quería hacer.

Cuando regresó Dios le estaba esperando y le preguntó: ¿Dónde está Abel tu hermano? Que se yo dijo Caín, yo no soy el que cuido a mi hermano, tú sabrás donde está. Sí, le dijo Dios, tu hermano está muerto y su sangre reclama que sea vengado, y yo lo voy a hacer, así que desde ahora te vas de este lugar, y serás un maldito de la tierra que recibió la sangre de tu hermano. Caín ahora estaba mucho más amargado, pero no pidió perdón, dijo ahora me echas de tu presencia y cualquiera que me halle me matará, tenía miedo a la muerte, porque así son los asesinos, tienen miedo a morir.

Por Salvador Vega