Sendas antigüas...


Parece que todo lo viejo es sinónimo de cosa desechable... Pasa con las modas, pasa con lo que usamos. Casi es seguro que, entre los que lean esto, hay alguno que hace poco se compró un celular nuevo, con todos los lujos, pero que ya vió uno que recién salió y ya está pensando en lo lindo que sería tener ese nuevo celular. El que hasta ayer era una joyita, ahora parece algo de la edad de bronce... Cosas que pasan en esta sociedad de consumo, en la que vivimos y que nos hace creer que la felicidad viene de la mano de lo “último”. Cosas que sabemos que son una gran mentira porque la felicidad por lo nuevo se transforma muy rápido en la insatisfacción por lo más nuevo.
Lo que está bien para el movimiento de los mercados, no lo es tanto, si se traslada al ámbito de las relaciones personales. No se si hay datos, pero si le preguntás a muchas parejas cuánto piensan durar juntos, no es raro que la respuesta sea: “Hasta que dure el amor”, lo que significa, casi invariablemente “hasta que encuentre otra alternativa”. ¿Compromisos de por vida? “No, gracias, eso es cosa de antes”. Ahora hay que ser más “moderno”.
Lo que tenemos que preguntarnos y sobre lo que tenemos que reflexionar es si siempre es cierto que lo nuevo es mejor, o si le está haciendo bien a la sociedad que las modalidades del consumismo se trasladen a la cuestión de la familia.


Cómo creyentes, vivimos en este mundo y es un gran desafío mostrar por que creemos que la opción por la familia tal y cual la creó Dios es la mejor. Y, en primera instancia, los primeros que tenemos que estar plenamente convencidos somos nosotros mismos. Es estar en sintonía con nuestro Dios el que busquemos las razones bíblicas que muestren que es lo que Dios quiere para nosotros y para nuestras familias, Luego podremos defender nuestra posición ante los demás, más cuando los demás han dejado a Dios fuera de sus vidas.
Nuestra mirada de la vida y de la forma en que la vivimos, tiene, necesariamente, muchas aristas que le parecerán “retrogradas” a más de uno. Y es que nuestra norma y patrón es un libro antiquísimo, escrito por gentes de otra cultura y otra época, pero tan actual en su aplicación y en su lectura de la realidad como el mejor periódico del mundo. Por eso es que tenemos que ser muy sabios y estar constantemente evaluando la forma en que vivimos y pensamos para no caer en la tentación de abrasar todo lo que nos venga en paquetes nuevos.
Y no nos confundamos, no es que estemos en contra de todo lo bueno y nuevo que es de provecho para el hombre de hoy (mucho de lo nuevo en cuanto a entretenimiento, salud, tecnologías, etc, desde ya que es bienvenido). Lo que decimos, es que, en cuanto a la forma en que vivimos, deberíamos preferir ser llamados “arcaicos” a dejar de lado el consejo de nuestro Padre en cuanto a lo que es la forma en que debemos llevar nuestra vida.
En una época oscura de la historia del pueblo de Dios, el profeta Jeremías llamó la atención a su pueblo con las siguientes palabras: “Párense en los caminos, miren y pregunten por los caminos antiguos, cual sea el buen camino. Anden por él y encontrarán descanso para sus almas” Jer 6.16. Era un llamado desesperado a que el pueblo de Dios dejara de seguir tras los espejismos de lo nuevo para mirar otra vez hacia el “camino antiguo” de Dios. Era un llamado a reflexionar para no ir tras lo que los alejaría de Dios. Era un llamado que no encontró respuesta en el pueblo “pero dijeron: ‘¡No andaremos!’”(Jer 6.16)
El resultado no pudo ser peor. Ellos quisieron ser como los demás, dejando a Dios de lado, como cosa vieja. Al poco tiempo de las palabras del profeta el pueblo terminó de caer en su decadencia y tuvo que aprender, por las malas, que hubiera sido mejor seguir el camino antiguo de Dios, por más que al resto le pareciera que ellos vivían del pasado.
Por eso, si por seguir lo que Dios nos dice que es mejor, por más que parezca que es algo de otra época, se nos llama dinosaurios o cosas peores, bienvenido sea.

Por Marcos Felipe