Devocional Diario: Las mentiras del enemigo II


Otra de las artimañas del rey Senaquerib (y del diablo también) era tratar de seducir al Ezequías y al pueblo a que abandonen su confianza en Dios y que se pasaran mansamente a su bando, ofreciendo gran comodidad a cambio de ser sacados de su lugar (2 Reyes 18.29-32)
Los habitantes de Jerusalén tendrían que salir de su ciudad, dejar su templo y la tierra prometida por Dios, para “zafar” del castigo de los enemigos. Era sólo hacer un pequeño compromiso para salir fácil de la prueba a la que estaban sometidos. Abandonar lo que eran para no perder la vida.

Es la batalla a la que muchos cristianos de ayer y hoy también se ven sometidos. En la época del imperio romano la cosa era “Arrodilláte ante la imagen del César, adorálo y después podes seguir con tu culto a tu Dios”. Era un acto que duraría a lo sumo unos segundos, poco tiempo comparado con lo que se vendría si no obedecían: la esclavitud en el mejor de los casos, el circo y una muerte como espectáculo público. La gran mayoría prefirió esto último, dejándonos ejemplo de lo que cuesta ser un creyente verdadero.

Y hoy, puede que haya muchos que también escuchen los susurros del enemigo, llamándolos a un compromiso con el mal. “Dejá de confiar en Dios y a cambio todos los placeres son tuyos” “¿Creés que Dios te puede salvar de esta? Déjalo, abandoná la iglesia” o aún más sutil “Seguí haciendo como que sos fiel a Dios, aparentá en la iglesia y luego hacé lo que quieras”

Es lo mismo, ayer y hoy. Una fé sólida que no haga caso a lo que el enemigo diga y una disposición a ser fiel a Dios siempre es lo que te convertirá en un creyente victorioso, aún cuando el enemigo te lance todo su ejército encima.

En la práctica: ¿En qué cosas el enemigo te ha estado sugiriendo que hagas un compromiso con él? ¿Cómo resistís a sus sugerencias?