La Biblia nos alimenta

¿Qué es la Biblia? Es la Palabra de Dios. Es el relato de una historia que se extiende desde la creación del mundo hasta el fin de los tiempos. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis. A través de ellos, Dios se revela como Señor, Padre, Salvador y Amigo a fin de liberar del pecado y de la muerte a la humanidad pecadora.

A la luz de este relato bíblico, la historia humana se manifiesta en su verdadero sentido; es decir, no como el producto del azar o de un destino ciego, sino como un proceso que está en las manos de un Dios personal, de quien todo depende.

Un libro que llega contiene suspenso, aventura, amor y una amplia gama de emociones humanas, toscas y sutiles. La Biblia, contiene cada uno de esos ingredientes. En la Biblia leemos sobre hombres y mujeres que no son creaciones ficticias o idealizadas, sino gente de carne y hueso. Sus faltas, sus fracasos y triunfos suenan reales hoy. Sin embargo, la razón principal de la enorme importancia de la Biblia es que contiene las enseñanzas que nos pueden hacer salvos y perfectos delante de Dios, si cumplimos Su voluntad ya que si aceptamos a Jesucristo como nuestro salvador personal el Espíritu Santo nos guiará en nuestro caminar diario hacia una semejanza mayor con Jesucristo a medida que le obedecemos y seguimos Su ejemplo. También fascina y atrae lectores porque trata de cuestiones profundas, sobre las cuales todos queremos respuestas: ¿Por qué estamos en esta tierra? ¿Cuál es el sentido de la vida y qué pasa cuando se acaba? ¿Cómo enfrentar el peso de la culpa y de la ansiedad? ¿Hay un Dios?

COMENZANDO UN ESTUDIO DE LA BIBLIA
Tal vez comienzas a leer la Biblia porque deseas encontrar a Dios. Pero pronto descubrirás en la Biblia que Dios
estuvo buscándote y ha provisto un camino para llevarte a una relación más cercana consigo. La Biblia es como una carta personal que Dios ha escrito para ti, y para cada uno de sus hijos, para darte enseñanza, consuelo, guía o lo que necesitas para cada día, por lo que debes leerla a diario para no errar en tus caminos y decisiones. Debes tener por constumbre orar antes de leer la Palabra de Dios, para pedir perdón por tus pecados y rogarle su dirección a través de la lectura, ya que el pecado nos aleja de Dios y no nos permite escuchar la voz del Señor.

LA BIBLIA NO ES UN DEPÓSITO INTELECTUAL.- Para algunos hermanos parece que el Libro de Dios es una simple serie de curiosidades. Se dedican a hacer alarde de su "erudición bíblica", pero tal erudición de nada aprovecha. Sólo se basa en la memorización de detalles y datos curiosos. Se supone que es responsabilidad conocer los libros de la Biblia y otros datos más. Pero puede uno saber todo esto y mucho más sin que su vida diaria dé evidencia de una íntima comunión con Cristo.

LA BIBLIA NO ES UN LIBRO PARA DISCUTIR CON OTROS.- Para otros, parece que la Biblia es más bien un almacén de parque. La leen a través de gruesos lentes de discutidor, buscando siempre algo con qué combatir las opiniones ajenas. No cabe duda que cada creyente debe saber defenderse del error y testificar de su fe con conocimiento (1 Pedro 3:15). Pero el propósito principal con que damos lectura a la Palabra de Dios debe ser el de buscar el pan espiritual que nos alimente y fortalezca para cada una de las situaciones de la vida.

LEYENDO CON REGULARIDAD LA BIBLIA.- Ahora bien, si vamos a obtener de la Biblia nuestro alimento espiritual, tendremos que leerla a menudo. No debemos ver cuánto aguantamos sin alimento para nuestro espíritu, más bien debemos recordar la práctica de Israel de recoger el maná cada día (Éxodo 16) y arreglar nuestro horario para hacer de la lectura una práctica diaria.

DEDICA TIEMPO A LA LECTURA DE LA ESCRITURA.- "Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré" (Sal. 5:3).
Sin duda la mañana es el mejor tiempo para nuestra cita diaria con Dios ya que nuestra mente está más despejada y, por tanto, con más recepción. El lugar debe ser el sitio más tranquilo de la casa. Pero no se trata de forzar las cosas, lo importante es que se establezca el hábito de tomar tiempo cada día para leer la Biblia y orar, dónde y cuándo sea.

¿CÓMO HACER QUE SEA PROVECHOSA NUESTRA LECTURA BÍBLICA?- Sabemos que "toda la Escritura es inspirada por Dios..." (2 Ti. 3:16-17). Y en ocasiones hasta compartimos el pensar del Salmista y decimos: "¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca" (Sal. 119:103).

Pero si somos sinceros, tenemos que confesar que hay ocasiones también cuando leemos las Escrituras más bien por un sentido de deber que por el deseo de hacerlo. Y aunque sabemos que nuestras lecturas bíblicas nos traerán bendición, a veces cerramos el Libro con cierto sentido de decepción. Estamos convencidos de que "esto no debe ser así", pero ¿cómo podemos lograr que nuestro estudio bíblico personal sea siempre provechoso?

LEYENDO CON PROPÓSITO.- Pero es posible leer la Biblia con regularidad y todavía no obtener mucho alimento espiritual. La mayoría de nosotros somos algo perezosos, y si no tomamos cuidado adecuado, nuestra lectura tiende a degenerar en una simple rutina. El remedio está en la práctica de leer con propósito, acercándonos a la porción escogida sabiendo que Dios nos quiere enseñar algo especial ese día.

Puedes escoger un método de estudio devocional (en las librerías cristianas puedes encontrar diferentes programas) y en la página: http://www.paralideres.org/pages/page_578.asppuedes encontrar un formato para hacer tu propio cuadernillo en que apuntes la fecha, el pasaje leído y la aplicación que el Espíritu Santo te muestra para que la pongas en práctica en tu propia vida.

Así serás más consciente de que Dios está hablando a tu propio corazón. Y esto te debe llevar a obedecer, pues Cristo ha dicho: "Si saben estas cosas, bienaventurados serán si las hicieren" (Juan 13:17). Y cuando obedecemos, recibimos mayores manifestaciones del amor de Dios, porque en otro lugar el Señor declaró que "el que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él" (Juan 14:21).