Para ser usados por Dios


El Señor siempre se ha servido de hombres y mujeres de carne y hueso para llevar a cabo su obra. Parece una obviedad ¿no? Pero creo necesario comenzar por allí, por lo obvio, porque cuando miramos lo que Dios hizo a través de esos hombres y mujeres, tendemos a pensar que nosotros no damos ni daremos nunca la medida de la estatura de esos fieles. Incluso más, cuando se nos llama a imitar el ejemplo de Moisés o de Pablo (por citar dos casos únicamente) solemos decir “¡Pero era Moisés (o Pablo dependiendo el caso)!” Como si estos fueran una especie de súper hombres cuyas tareas no podríamos nosotros imitar jamás. Pensamos, de manera equivocada, que ellos poseían alguna clase de poder que nosotros no podemos ni podremos conseguir.

Creo que lo que nos distingue es que ellos si poseían algo que nosotros parece que no tenemos, pero que podríamos tener: le creían a Dios, no importando lo que éste les propusiera. Y con esto no quiero decir que no pusieran excusas o que no tuvieran defectos, en ambas materias algunos de ellos eran expertos (para seguir con nuestro ejemplo recordar las excusas de Moisés en el episodio de la zarza ardiente) Damos gracias a Dios que la Biblia nos pinta a esos personajes con sus luces y con sus sombras. Y creo que esto último, más que darnos excusa para no hacer lo que Dios nos pida, nos condena aún más en nuestra inactividad. Es decir, Dios usó a gente como cada uno de nosotros, hombres y mujeres débiles en si mismos, pero poderosos en Él.


Hay algo que suelo usar como ilustración en cuanto al tema que nos ocupa. Imagínate que Dios nos presentara nuestra vida como una ruta en un mapa en el que Dios tenía previsto una meta para vos ¿Coincidirá esa meta, esa línea de llegada, con la nuestra? O sea ¿obedeciste a Dios cada vez que él te ha propuesto algo, por más loco que parezca? Porque a veces Dios nos va a llamar a dejar cosas a las que estamos muy apegados. O quizás te llame a dejar tus comodidades... Y ahí es donde hacemos agua. Bueno, eso es lo que distinguió a los personajes que hicieron grandes cosas para Dios, se animaron a pesar como más importante lo que Dios les proponía que lo que ellos tenían como sus mayores intereses. Es que para hacer grandes cosas para Dios, tenemos que estar dispuestos a hacer grandes sacrificios para Dios, cosa que no todos estamos dispuestos a hacer. Y en una época donde la comodidad personal es un bien muy preciado, no es raro que cada vez sean menos los obreros en los campos que de hace rato “ya están blancos para la siega”.
Dios seguro te ha estado llamando a grandes cosas desde hace un tiempo, quizás desde hace años. Hoy quizás sea el tiempo de imitar el ejemplo de Isaías, quien aunque reconocía que no era una persona perfecta, cuando Dios preguntó “¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?” no dudo un instante en decir “Aquí estoy ¡Envíame a mi!”

Por Marcos Felipe