En busca de descanso


Una de las cosas que más afecta a la gente es la sobrecarga que el ritmo de la vida le impone a la mente y al corazón de las personas. Aún entre las clases más altas se puede observar más y más casos de gente insatisfecha con la propia vida. No en vano ha crecido el número de consultas a psicólogos y psicoanalistas. Es que poseerlo todo, pero no poder descansar por las noches es algo que se asemeja a una pesadilla, pues se puede tener todo lo que los demás sólo pueden anhelar, pero así y todo no disfrutar de la vida. Cuando la mente y el corazón no encuentran reposo, no importa lo que se tenga, todo puede llegar a ser como nada. Algo parecido pasa con muchos cristianos, quienes tienen todas las bendiciones del Señor a su mano, pero viven cargados de preocupaciones ¿por qué? ¿Es que acaso la fe en Cristo no puede brindar descanso a quienes creen en él? ¿Qué se puede hacer si uno está en esa situación? Vayamos por partes.


En primer lugar tenemos que poder describir la causa de que esto afecte a los hijos de Dios. No tenemos que desconocer que puede haber casos en que un desarreglo físico puede ocasionar falta de descanso y angustia. Incluso hay casos en que la depresión se debe más a un problema físico que a uno psíquico o espiritual y donde el remedio, más allá de lo espiritual, viene de la mano de un adecuado tratamiento psiquiátrico. Pero a este tema no nos dedicaremos, pues para ello haría falta la opinión de profesionales en este campo. Me referiré a los que sin tener problemas físicos no hallan ni el descanso ni la paz que la Biblia menciona. Hay muchos casos en que la falta de descanso se deba a pecados no confesados, casos como el que el Salmo 32 describe: ”Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mí gemir de todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano porque día y noche tu mano pesaba sobre mí.” (vv 3 y 4) El pecado propio puede ser causa de falta de paz. ¿El remedio? “Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: ‘Voy a confesar mis transgresiones al Señor’ y tú perdonaste mi maldad y mi pecado” La confesión es la que abre las puertas para una renovada comunión con Dios.
Otra causa es la excesiva dependencia de nuestras propias fuerzas y habilidades. Creemos que podemos con todo y no nos damos cuenta que quizás “todo” sea “demasiado” para nosotros. ¿La fé en Cristo puede dar descanso cuando nuestras fuerzas son sobrepasadas? La respuesta afirmativa depende de lo dispuestos que estemos a reconocer nuestros propios límites. Para ello tenemos que estar atentos a los síntomas, aún corporales, que se puedan ir presentando. Pero en estos casos tenemos que prestar especial atención al hecho que quizás hace rato que no le pedimos fuerzas al Señor fuerzas para realizar las tareas que nos toquen o que tal vez ya ni le preguntamos a nuestro Señor si podemos, o debemos, hacer esto o lo otro (Santiago 4.13-15), sino que de lleno nos metemos en más y más cosas. De ahí al stres hay sólo un paso si nuestras fuerzas mentales, emocionales y (primordialmente) espirituales no eran las suficientes.
“No se inquieten por nada: más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” Fil 4.6, 7) Aquí tenemos la mejor receta para que nuestra mente y nuestro corazón puedan encontrar reposo en un mundo cada vez más agitado: la oración. Y no es que el cristiano deba ser un cubo de hielo, inamovible, frío, ante todo lo que le pase. No, lo que le afecta a los demás, nos afecta a nosotros. La cuestión es ¿qué hacer cuando pasan cosas que nos afectan? Orar antes de que pase nada es la mejor opción. En toda batalla el que más sufre es el que no esperaba el conflicto. Orar en medio del problema, dejar de remar con nuestras fuerzas y dejar que el que lleve la carga sea Cristo. Orar una vez pasado el temporal, por la provisión de Dios, porque su mano estuvo con nosotros. Por sobre todas las cosas, nunca pensemos que solos podremos salir adelante, eso sólo demuestra que estamos pecando de orgullosos.
Querido hermano, Dios te salvó para que pudieras disfrutar de una vida de intenso gozo y profunda paz. Cuando todo el mundo lleva un ritmo de vida enfermante, sin hallar ni descanso ni satisfacción, vos podés disfrutar del poder de Cristo, mediante la oración, que no sólo es eficaz, sino que es el único remedio que realmente puede dar al corazón y a la mente del ser humano la paz que tan intensamente buscan. Todos los creyentes tenemos que aprender a depender cada vez más de nuestro Padre celestial. Una dependencia sencilla que se muestre en cada aspecto de nuestra vida cotidiana y una actitud humilde ante nuestras capacidades y nuestras debilidades, que nos lleve a doblar nuestras rodillas para encontrar el descanso necesario en un mundo cada vez mas demandante.

Por Marcos Felipe