
La respuesta de Dios a la oración de aquel que pide ayuda no se deja esperar. Habíamos quedado ayer en que Ezequías había dado dos pasos fundamentales en búsqueda de una salida: orar y buscar respuesta de parte de Dios.
Y Dios le respondió de varias maneras. Primero, lo llama a no temer, y le promete que el Señor mismo se iba a encargar del enemigo (2 Reyes 19.6, 7)
En segundo lugar, le asegura que él había escuchado su oración (vs 20) Para un hijo de Dios el saber que él escucha nuestra oración es garantía de que él hará lo mejor por nosotros.
Luego Dios se dirige al mismo enemigo, a Senaquerib, para decirle que al pelear contra Jerusalén está peleando contra Dios mismo, al mismo tiempo que le asegura que será derrotado (vv 21-28) Quien pelee contra los hijos de Dios se enfrentan a Dios mismo (Sal 34.7)
El paso siguiente de Dios es enviarle promesa a Ezequías, asegurándole una pronta victoria y la no-aniquilación de su pueblo (vv 29-31) como también que Senaquerib y su ejército serán destruidos (vv32-34)
El último paso es la puesta en práctica de las promesas de Dios, ya que lo que él prometió lo cumplió esa misma noche, siendo el enemigo totalmente derrotado.
Así, la victoria estuvo al lado del que prefirió confiar en Dios como un modo de vida. Todas sus elecciones en la vida tenían como prioridad el agradar a Dios (2 Reyes 19.3) y eso es algo que nosotros debemos imitar si queremos triunfar en los conflictos que se den en nuestras vidas.
La confianza puesta en Dios no defrauda, eso es algo que tenemos que aprender. Si bien Ezequías no fue perfecto (nadie lo es a excepción de nuestro Señor) él trató de mantenerse fiel a Dios y logró pasar a la historia como alguien que triunfó de la mano de su Señor.
En la práctica: ¿Podés recordar alguna forma en la que Dios te haya librado en medio de algún problema? ¿Te parece imposible que Dios haga algo por vos hoy? Si la respuesta es si, te aconsejo que vuelvas a leer los pasajes de esta semana.