“Gott mit uns” era el lema que estaba estampado en la hebillas de los cinturones de los soldados alemanes durante los años del nazismo y la Segunda Guerra Mundial. “Dios con nosotros” siempre presente a modo de lema o de proclamación pero nunca manifestado en hechos, ya que todos conocemos las atrocidades cometidas por muchos soldados alemanes durante la guerra.
“¡Guerra santa!” proclamaban los cruzados cristianos al emprender las guerras por reconquistar la Tierra Santa. En sus escudos tenían pintadas grandes cruces que mostraban a quien pudiera verlos a que Dios decían servir. Esos mismos escudos que cuando retomaron Jerusalén la llenaron de sangre de inocentes. Otra vez, se proclama con símbolos la adhesión a una religión y a un Dios al que no se honra con los hechos. De hecho, cuando la guerra de los Estados Unidos con Irak estaba en su apogeo, circularon fotos de bombarderos B-52 (capaces de lanzar miles de kilos en bombas) con cruces pintadas en sus estructuras.
La realidad es que si Dios está con nosotros, no es necesario que te pongas una remera que diga “Soy de Dios” o que te hagas un tatuaje con un corazón en el que adentro diga “Dios sos lo más grande”. Ezequías era alguien que se notaba que Dios estaba con él (2 Reyes 18.7) porque “adondequiera que iba, prosperaba” y con esto de “prosperaba” no quiere decir sólo en lo económico o que le faltaran problemas. No, que prosperara significaba que, cualquiera que fuera su situación él salía delante de la mano de su Dios. Y eso marcó la diferencia cuando la cosa se puso difícil.
Saber que Dios está con nosotros, pues él lo prometió, debe ser el mayor valor que un creyente pueda tener.
En la práctica: ¿Cómo conocen los demás que Dios está con vos?
