Devocional Diario: Hazte fama


Hch 6.5, 8-10

No entiendo mucho a aquellos que se desviven para ser famosos. La fama es algo que quizás sea demasiado fácil de obtener (si no mirá quienes son los “famosos” de esta era) y muy difícil de conservar. Es como una estatua de hielo. Son de las cosas más admirables que se puedan ver, pero son de corta duración y a las horas no son más que un charco de agua. Lo mismo pasa con tantos “famosos” que hoy ni recordamos. La fama te expone a ser consecuente entre lo que decís y lo que vivís, aunque en este loco mundo donde ser famoso es tan fácil, la consecuencia no es una virtud. Al contrario, estos famosos (algunos más bien entran en la categoría de “tristemente célebres”) se caracterizan con vidas totalmente discordantes entre el dicho y el hecho y a nadie le importa.

Pero en el camino cristiano, la coherencia debería ser un bien preciado, y algo que todos cuidemos por conservar. Cuando se buscaron a esos siete para servir las mesas, vemos que Esteban era uno que respaldaba lo que se decía y esperaba de él, con hechos sólidos.

Y esto tiene premio de parte de Dios, ya que en los versículos que tenemos como lectura hoy, vemos que los hechos de Esteban estaban a la altura de lo que se esperaba de él y esto hizo que el Señor mismo le abriera otras puertas de ministerio. Y no era que él buscara fama como un objetivo en su vida. Él sólo hizo lo que tenía que hacer, en humildad, y el Señor fue el que le abrió nuevos campos. Se hizo fama como alguien que realmente era valioso por lo que decía y (en primera medida) por lo que hacía.

No busques el reconocimiento. Hacé lo que se te pida y a su tiempo, el Señor se encargará de ampliar tus horizontes ministeriales, si es que tus dichos y tus hechos van de la mano.

En la práctica: ¿Qué es lo que esperás como fruto de tu ministerio? Creéme, el mejor fruto es saber, al fin de cada día, hiciste lo que Dios te pidió que hicieras.