El regalo del perdón


No hay peor sentimiento que el ser herido por alguien a quien uno ama. Es una mezcla entre consternación, un dolor que desgarra y la sensación de no poder olvidar nunca el agravio. Ahora imaginémonos la siguiente situación: recibiste la peor de las traiciones, alguien a quien vos querías te traicionó ¿cuáles son los primeros pensamientos que se te vienen a la cabeza? ¿Cuál sería tu reacción al verlo otra vez? ¿Disfrutarías si lo vieras sufrir?

No es necesario que contestes estás preguntas, pero si que pienses en ellas. Quizá nunca te haya pasado algo semejante, o quizá si... El hecho es que la mayoría de las personas tiene una incapacidad de perdonar las ofensas que se cometen contra ellas. Desde ya que hay situaciones en las que perdonar es más difícil que otras. Pero, por lo general, tenemos cierta resistencia a perdonar cuando somos heridos.


Ahora bien ¿qué pasa cuando el ofensor, el traidor, sos vos? Casi te escucho decir “¿Yo, traidor? ¡Nunca!” . Si, vos. ¿Buscarías que la persona a la que ofendiste te absuelva? Casi con seguridad que en muchos casos no. Vemos un grado de violencia extrema entre los seres humanos que nos habla de cierta locura general y de no medir las consecuencias de los actos que cometemos. Lo cierto es que vos sos un traidor y un ofensor. De nada sirve que protestes, ya que Dios, que no miente, dice que todos somos pecadores. Y el pecado, en una de sus definiciones es rebelión, traición contra Dios. Como todos los seres humanos, te rebelaste contra Dios. Contra el que te formó y contra el que lo único que quiere es tu bien. Aún es peor si tu caso es el de un hijo de Dios, ya que te rebelaste contra el que dio todo por vos, el que no midió a la hora de acercarte a él. Lo cierto es que ninguno de nosotros escapamos de ser pecadores delante de Dios ¿Qué podemos hacer? Y ahora vamos a pasar a algo maravilloso: Aquel al que ofendiste te está buscando para perdonarte y restaurarte. Te invito que busques tu Biblia y leas Oseas 2.1-16.

En los primeros 13 versículos encontrarás a Dios justamente enojado contra su pueblo infiel, al que compara con una esposa adúltera. Él le dio todo y ella lo traicionó. Lo cierto es que merece el castigo del que habla en esos versículos, pero lo grande, lo que muestra por qué la Biblia afirma que “Dios es amor” (1 Jn 4.8) es lo que dicen los versículos 14 al 23 y en especial los versículos 14 al 16.
Algunas cosas que nos hablan del regalo que Dios hace cuando perdona a los rebeldes (a vos y a mí)

Dios toma la iniciativa. No espera que su esposa venga a él. No, él es que da el primer paso, va a buscarla. La RV ’60 dice: “He aquí que yo la atraeré” en tanto que las RV ’95 y la NVI dicen: “Por eso, voy a seducirla” y “Por eso, ahora voy a seducirla” . Me gustan más las últimas dos. Hablan de un trabajo de parte del Esposo por recuperar el amor de su esposa. Y Dios está buscándote para que vuelvas a estar a su lado, como cuando el amor entre los dos recién brotaba. Él es el primero que ansía que la relación se restaure, aunque tus pecados te hagan pensar que él no quiere saber más nada de vos.

El lugar de la vuelta a la comunión. Es extraño el lugar que el Esposo elige para retomar la relación con su infiel esposa. “me la llevaré al desierto” . No eligió un jardín, ni la costa del mar. Eligió el desierto para que vuelvan a estar juntos. ¡Cuántas veces renegamos de encontrarnos en el desierto! Sólo vemos la esterilidad que abunda en nuestros corazones y en nuestras mentes. Pasa que no nos damos cuenta que la mayoría de las veces ¡Es Dios el que nos lleva al desierto! Y no es para matarnos de sed. El desierto es el lugar donde nuestros esfuerzos son inútiles. Allí tampoco hay distracciones. Sólo silencio. Y es ahí donde Dios quiere hablarte. Por eso, si te encontrás en el desierto, Dios está más cerca de lo que pensás. Sólo hace falta que dispongas tu corazón para escuchar.
El lugar a donde Dios quiere hablar. “Y hablaré a su corazón” (RV ’60 y ’95) Para la cultura de los pueblos de la Biblia, el corazón era el centro de la vida, no sólo de la biológica sino de toda la vida. Por eso, nos es raro que el Esposo quiera hablar al corazón de su esposa infiel. Quiere que sus palabras estén llenando su vida. Quiere que sus promesas de amor habiten en el centro mismo de su amada. Lo mismo que quiere hacer con vos. Otra vez, si estás en el desierto, no es tan necesario que abras tu oído, lo que tenés que abrir es tu corazón, ya que de allí es donde nace tu mal (Mt 15.19) y allí es donde Dios quiere realizar los cambios necesarios.

La vuelta a una vida fructífera. “Le daré sus viñas desde allí” Todo un verdadero imposible en la vida real no lo es tanto para Dios: hacer que brote un viñedo en el desierto. Él no desea que nuestras vidas queden en el desierto. Si recordás la historia de Éxodo, los que quedaron en el desierto fueron los que no quisieron seguir a Dios. Él quería llevarlos a la tierra fructífera. Y aquí habla de hacer que el desierto se transforme en lugar de frutos. Lo quiere hacer y lo hará porque él quiere verte llevando frutos.

Un cambio fundamental. Acor significa en hebreo, “desgracia”. Fue el lugar del primer pecado de Israel en la Tierra Prometida (Jos 7.24-26) un lugar de desgracia. Y el que peca contra Dios está en el valle de la desgracia. Pero el no te quiere allí, él quiere que ese lugar se transforme en lugar de esperanza. Porque donde se recibe el perdón, vuelve a haber esperanza. Mientras no se disfrute del perdón tu lugar será Acor, pero si Dios ya te está hablando otra vez al corazón ese lugar se cambiará en puerta para que entre la esperanza.

Un canto nuevo. Es el fruto de un corazón que se sabe perdonado, el cantar del amor de Dios y de cómo el transformó nuestro lamento en baile (Sal 30.11). Es lo que identifica más que nada a un alma perdonada el cantar ¿Por qué sino es que cantamos los hijos de Dios? ¿No es por qué entendemos que nuestro destino fue cambiado por el perdón recibido y sellado en la cruz de Cristo? Si eso no te motiva a cantar, nada lo hará. Dios quería que su esposa volviera a cantar. Él desea que vos vuelvas a cantar porque recibiste el perdón.

Una relación nueva. La palabra hebrea para Señor (una de ellas) es Baal. Como era la palabra que se usaba como nombre del dios pagano, Dios no quería que su esposa lo volviera a llamar de ese modo. Por eso, en las Reina Valera dice Ishi (mi esposo) y Baali (mi señor) dejando el original hebreo. Pero a más de eso, creo que también podemos ver un cambio en la relación, de “señor”, amo y dueño, a “esposo”, el que está a mi lado. Diso también quiere que la forma en que lo considerés cambie y que allí donde hay miedo ahora haya amor e intimidad.

Estas cosas nos muestran que Dios no sólo nos perdona de labios, sino que nos está buscando para que nuestra relación con él sea un lugar de gozo. Gozo que nace al saber que él nos perdona.